martes, 16 de octubre de 2012

Pesadilla

Una noche soñé que dormía y el despertar eterno de mis pestañas no pudieron ser la miel de mis ojos.

Su figura contrastaba con el vacío, mi iris intentaba abrirse entre las tinieblas. El no se volteó a verme, me ordenó que lo siguiera, me enfrente al vértigo ante las muchas luces de la ciudad, me resistí entre lagrimas a obedecerle. Al abrir mis ojos estaba en un funeral en el que no pude llorar. Me encerró y la claustrofobia me ahorcaba. El desierto enardecía de odio bajo mis pies de tierra erosionada, todo era inerte, el cielo rojo en llamas me quemaba a los ojos de un cabrito en dos patas.
Sobre un lavamanos una mujer sangraba, yo camine sobre su sangre y calle al ver como su vientre se vaciaba. Me mire al espejo y no encontré mi cara, vi su reflejo y era el mío, vi el mío y no era nada.
Vi la soledad que me abrazaba, lo vi a él, tampoco tenía cara.

Corrí sin moverme y caí de pronto en un salto que debió llevarme de vuelta a mi cama y ahí me vi, soñando que dormía.

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