Emerge como un huracán de aleteos desesperados en el vientre
asustado, contraído por el miedo que provoca la sensación de no controlar al
furioso enjambre que se agita en el interior, que se niega a salir, que sube
cuando me besas y baja cuando me tocas, se vuelve omnisciente cuando me miras y
el enjambre se convierte en colonia, una gran colonia de seres coloridos,
alguna ves capullos, alguna ves dormidos, ahora híper kinésicos, una tribu
danzante y alegre que enciente fogatas en las noches y se arrastran cuando
amanece.
Sobrepoblados, deciden crear otra colonia, huyen por mis
labios hasta tu boca, posan sus alas en tu lengua y marchan hasta tu estomago,
ordenadas como hormigas, aceleradas, felices, embriagadas de endorfina. Nos
vemos infestados de bichitos de colores, la luz de sus fogatas sale por
nuestros ojos que iluminan distinto, se miran, temen pestañar por si la luz se
acabara y no pudieran verse más.