martes, 31 de agosto de 2010

Desapercibida

Un gato sobre el tejado, un ciego guiado por su perro, una pareja llegando al punto de lo empalagoso en un café, el organillero con sus colores que lo envolvían, los niños jugando y revoloteando alrededor, un viejito rodeado por palomas intentando posarse en su mano desesperadas por un poco de miga en medio de la plaza de armas, aquella escena desapercibida para el resto, era un paisaje fascinante para ella, mira el reloj mientras bota la ceniza de su cigarro al suelo, mira alrededor como buscando a alguien, pero lo cierto es que no espera a nadie, aun que quisiera tener a alguien a quien esperar.

Se para, le sube a sus audifonos, y se dispone a caminar, compra palomitas en la esquina donde siempre ha estado el mismo señor, se pregunto que iba a hacer cuando aquel viejito muriera y no hubiese nadie en esa esquina, pensó que la gente tan acostumbrada al alrededor cotidiano demoraría en notarlo pero lo notaría, se pregunto si alguna vez alguien se daría cuenta de su ausencia, si alguien iba a extrañarla…

Siguió su camino mirando detalles a su alrededor, le gustaba ver cosas que la gente pasa por alto a pesar de verlas mil veces, le encantaba su ciudad, ni chica ni grande, el tamaño perfecto, ni molesto ni insignificante, le encantaba ver todas sus múltiples iglesias por todo el centro, la tienda de antigüedades de la que le gustaría comprar todo, e iba siempre a mirar, pero nunca se decidía a comprar nada.

Un día decidió que aquella ciudad ya no era para ella, que ahora la sentía vacía, tomo un bus y jamás regreso.

Como siempre se pregunto nadie extraño su presencia, nada cambio el paisaje, la rutina ni la vida de las personas que solía ver y sonreír sin conocer todos los días… Pero ya no le importaba, ahora era ella quien no notaba el mundo a su alrededor, dejo su burbuja de objetos conocidos, por un mundo de cosas por conocer. Nadie noto su ausencia, nadie vio la banca vacía, nadie supo que eran parte importante de un cuadro en la blanca pared de su vida.


viernes, 13 de agosto de 2010

Erróneo Despertar

Despertó por la tarde, una noche horrible llena de errores venía de pronto como una explosión a su cabeza, siempre lo mismo, un trago tras otro, escapadas al baño, confesiones, remordimientos, calenturas, ganas de volar, errores, errores, errores… Como siempre se decía “hay cosas que hay que vivirlas” que aburrida sería una vida perfecta… Pero como vendría de bien un poco de perfección ahora.

Sentada en la cama pensando en tomar una pastilla para el dolor de cabeza, abrir la ventana y dejar salir la pestilencia, el hedor a fracaso, a inmadurez, y obviamente a alcohol, cigarro y sudor.

Y como siempre, llega el súbito pensamiento que nunca se quiere que llegue, el de decepcionar, por que decepcionar siempre duele mas que ser decepcionado, cuando la decepcionaban pensaba “En fin… ¿Qué se puede esperar de las personas?, ¿Qué hago yo, esperando algo de alguien?” Somos humanos, todos erramos, pero uno no sabe como se toman la decepción las otras personas, por eso preferimos poner bajas las expectativas en cuanto a nosotros, por que nunca queremos decepcionar a quien queremos… ¿Qué pasa cuando ese alguien a quien tememos decepcionar ya no esta?... La decepción la llevamos a un puto remordimiento que no nos podemos sacar de encima, a un dolor latente, a una resaca eterna.

El olor a cigarro impregnado en su pelo se le hace insoportable, se levanta y se mete en la ducha mientras suena “Antes de que cuente diez”, un poco de animo al subconsciente. El agua cayendo sobre su cara intentando llevarse todo los errores de la noche anterior, eso hubiese sido lo ideal, que se los llevara, se fuesen por la cañería que los llevara a quien sabe donde, que no volviesen mas, esa hoja que rasgamos del diario de vida y partimos en pedacitos por la paranoia de que alguien se fuese a meter en el basurero y la leyera, el solo hecho de que alguien mas pudiese saber esa noche con detalles la sumía en la mas horrenda desgracia.

Siguió su día normal, quito todo rastro de la juerga pasada, seguía pensando en que había traspasado un limite del que no se podía retroceder, un simple beso podía cambiar todo y ahora se arrepentía de haber comprado ron, como si eso hubiese cambiado algo…

"Habrá que olvidar una vez mas" decidió, una llamada y sus amigos venían de vuelta, comida, baile y luego como siempre tragos y mas tragos, litros y litros de olvido. Entre las luces y la música reventando sus oídos apareció él, la tomo por el brazo se fueron a la habitación unas líneas sobre el velador y los besos que ya nunca quisieron cesar, más excesos, mordidas, lujurias, más alcohol, quería olvidar, tener una excusa para hacer lo que estaba haciendo, para perder la cabeza como la estaba perdiendo, dejarlo todo antes de que saliese el Sol, la hora más oscura esta justo antes del amanecer.

Sintió el "climax" en ese momento, tan sólo unos segundos de placer entre las drogas y el sexo, se desvivía por esos segundos, esos malditos segundos en los que tocaba el cielo. No le importaba nada mas que eso, vivir el máximo climax que podía ofrecerle la vida, no pensar en nada, no sentir el dolor en su pecho, no sentir las lágrimas resbalando por sus mejillas, no sentir su sabor salado en la lengua, no saber el donde, cuando y por que de nada.

A la mañana siguiente no despertó, la autopsia estuvo rebalsada de sangre negra, intoxicada de olvido como diría ella, el tipo que estuvo con ella esa noche se suicido al día siguiente, era su cuñado, alguien que siempre la había amado sólo a ella y quien le había ocasionado la muerte, la había metido en las drogas, se habían hecho adictos el uno al otro y claro, a los polvos de todo tipo.

En el fondo del abismo olvidó lo único que no tenía que olvidar, gritar y pedir ayuda atrapada en su soledad, olvidó no cometer el último error, el de no despertar.